CARBOXITERAPIA
El proceso consiste en la aplicación de microinyecciones localizadas de CO2 (dióxido de carbono) mediante un equipo diseñado especialmente para este fin. Dicho equipo se encarga de controlar la velocidad de flujo del gas (contenido en un tanque), la dosis administrada y el tiempo de inyección. La introducción del CO2 se realiza por vía subcutánea, gracias a una fina aguja a la que llega el gas a través de un conducto flexible desde el equipo. El gas debe ser de tipo medicinal anaeróbico con una pureza del 99,9%.
La duración de una sesión de carboxiterapia puede durar entre 30 y 60 minutos, dependiendo de qué áreas se vayan a tratar, y cuántas de ellas son en una sola sesión.
El principal efecto de la introducción del CO2 es una hiperdistensión del tejido subcutáneo, lo que se puede evidenciar por un enfisema subcutáneo que se propaga sobre una pequeña área alrededor del punto de aplicación. A esto puede seguir la aparición de un eritema (sarpullido) acompañado de una sensación de calor. Estos efectos inmediatamente son percibidos por la persona y se justifican en la acción vascular del CO2, la cual provoca que el organismo libere sustancias tales como la serotonina, la bradiquina, la histamina y las catecolaminas. Dichas sustancias activan a su vez los receptores beta-adrenérgicos, particularmente los beta-2, que estimulan la lipolisis (destrucción de la grasa) de los tejidos adyacentes.
Además de lo anterior, con la carboxiterapia se mejora también el tono de la piel, ya que las toxinas desligadas durante el proceso se eliminan a través del sistema linfático.
Por último, hay que tener en cuenta que el CO2 inyectado permanece en el organismo entre 24 y 30 horas, lo que obliga a alternar las sesiones entre 2 ó 3 veces por semana, con el fin de permitir al cuerpo recuperar su equilibrio natural.