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Mejorar nuestro cuerpo por medio de cualquier intervención quirúrgica requiere que el paciente se encuentre en el mejor estado de salud, por esta razón nosotros como cirujanos calificados pedimos una serie de exámenes que nos confirmen que efectivamente la persona no tiene ningún problema que pueda implicar algún tipo de complicaciones durante o después de la cirugía. La rigurosidad de estos exámenes nos garantiza que podemos realizar la cirugía plástica sin mayores problemas.

Sin embargo y algo que no muchos hacen, es considerar el aspecto psicológico del paciente que está en la búsqueda de modificar su cuerpo, pues no solo importa la salud física sino que también es necesario que esté mental y emocionalmente estable para realizar este tipo de intervenciones. La razón principal es evitar que el paciente pueda desarrollar algún tipo de inconformismo o insatisfacción con el procedimiento o que pueda dificultar su recuperación por su estado anímico.

Cuando hablamos de la salud mental del paciente hay dos factores claves que determinan si es viable o no para una cirugía: El primero corresponde a un problema de dismorfia corporal, que se conoce como el problema que tienen el paciente para aceptarse a sí mismo y a su cuerpo, sin importar que tan bien se vea. Esto es algo que ocurre más frecuentemente de lo que imagina, por eso en el párrafo anterior mencionamos la insatisfacción con los resultados del procedimiento, pues una persona que padece de este tipo de desorden psicológico nunca estará a gusto con su cuerpo y querrá someterse a más intervenciones en busca de la perfección.

Identificar si un paciente tiene o no un caso de dismorfia corporal no es algo sencillo y puede confundirse a simple vista con la falta de autoestima o confianza, por eso algunos profesionales que notan ciertos signos de alarma como por ejemplo, la apreciación de sí mismos como monstruos cuando no tienen ningún tipo de deformidad evidente más allá de su simple deseo de mejorar su imagen, buscan la ayuda de un acompañamiento psicológico que pueda determinar la severidad del caso. Una vez establecido el diagnóstico clínico, algunos cirujanos se resisten a operar el paciente con esta condición.

Pero existe una enfermedad peor a la dismorfia corporal que tiene unos impactos realmente negativos en la recuperación y apreciación de los resultados de la cirugía plástica. La depresión cuando es clínica, se diagnostica como una enfermedad de gravedad que afecta a la persona en forma física y emocional en la forma en la que sentimos y pensamos. Quien sufre de esta condición puede tener deseos de alejarse del mundo que lo rodea, incluso de los más cercanos como la familia o los amigos, afectando también su ámbito laboral. Puede despertar síntomas como la pérdida del apetito o del sueño, ansiedad o la falta de deseo e interés por realizar diversas actividades.

Se considera una enfermedad poco comprendida y silenciosa, pues no es fácil identificar a quien la padece, debido a que todos pasamos por momentos de tristeza o angustia inherentes a la naturaleza del ser humano; no obstante, tiene la particularidad de que esos sentimientos negativos detonan en conductas poco frecuentes, como el aislamiento, los pensamientos nocivos e incluso la necesidad del suicidio. Esto es potencialmente peligroso para un paciente que desea realizar un cambio de su cuerpo a través del quirófano.

La depresión puede dificultar mucho el proceso de recuperación de la persona, pues es claro que luego de una intervención como estas, el cuerpo queda adolorido y necesita sanar externa e internamente. La mejor forma y lo que siempre recomendamos es que el paciente camine por lo menos dos veces al día la distancia que considere que su cuerpo puede soportar, sin excederse. Pero con una persona que padece de este cuadro clínico, encontrar las energías y la voluntad para hacerlo, es muy difícil.

El dolor y la recuperación en sí los vence con gran facilidad y sienten que no van a poder superarlo. Hay muchas personas les cuesta ver el resultado luego de la cirugía, pues están hinchado o inflamados por lo que se sienten un poco “deformes” sumado a que algunos de ellos tienen una respuesta de recuperación más lenta que otros y sienten que van a quedar así de por vida o que la hinchazón, los hematomas y el dolor no van a desaparecer. Esto se traduce finalmente en un descontento del paciente con su tratamiento y con el cirujano.

 Por ejemplo en pacientes que han tenido problemas de obesidad y que luego de someterse a una cirugía de bypass gástrico presentan una pérdida de peso considerable, tienen problemas con el exceso de piel, razón por la cual deben someterse a una cirugía plástica para removerlo. La depresión en estos pacientes, evita que hagan las actividades recomendadas para su recuperación, pues al caminar la piel y los tejidos internos tienen mejores posibilidades de sanar correctamente y reducir las posibilidades de que internamente quede un queloide que pueda resultar incómodo para el paciente.

Por estas y muchas más razones, los cirujanos plásticos consideramos si el paciente es apto o no para realizarse una intervención como esta o si lo mejor es rechazar al candidato. Aunque al principio pueda verse o tomarse como una decisión facilista, en la que el profesional se “ahorra” el tener que tratar con un paciente que puede ser difícil y que luego de la intervención puede traerle problemas, es en realidad una decisión más ética que personal. De esta manera estamos evitando que la persona pueda sufrir algún colapso nervioso y entrar en un estado depresivo que frenen la evolución de su recuperación.

La cirugía plástica es una decisión que no puede tomarse a la ligera. Si usted está pensando en mejorar algún aspecto de su cuerpo bajo el bisturí y sufre de depresión, es importante que busque la asesoría de un profesional que le indique la mejor manera de sobrellevar el proceso de recuperación. De esta manera su cuerpo sanará más rápido, estará más activo y podrá ver los resultados en poco tiempo.